jueves, 8 de noviembre de 2007

Vendedores de micro

Transantiago no los eliminó, menos mal. Son ellos los agentes más eficientes del mercado, una especie de arcángeles de la mano invisible. Los días en que hace un calor atroz (como hoy) la posibilidad de subirse a una micro muerto de sed y deseando tomar un helado o una bebida son bastante altas. Y, como por arte de magia, la posibilidad de que se suba un vendedor de micro a ofrecer helados y bebidas también lo es. Uno de los pocos lujos de usar nuestro triste sistema de transporte público.

Pero son más que coordinadores ultra-eficientes de la oferta y la demanda (del deseo y su satisfacción). Son agentes de marketing sumamente innovadores. Si uno se pregunta acerca de la lógica que tiene repartir lo que sea que se esté vendiendo entre los pasajeros y después ofertar el producto, notará que lo que han descubierto es cómo utilizar el mecanismo del regalo (don) para generar una especie de obligación moral en el pasajero de comprar lo que sea que le haya sido entregado. Esto opera así porque todos sabemos que rechazar un regalo es uno de los más grandes insultos que podemos cometer, por lo que, al entregarnos esa inútil lima de uñas, tira de parche curita, lápiz chino que dura 15 mins; al introducir en nuestro espacio privado este elemento, en su forma de regalo, y sólo después cobrar por él, el vendedor de micro nos pone en una encrucijada moral, nos hace sentir un poco mal al devolver lo que nos fue entregado (fíjense que cuando las personas devuelven esas cosas nunca miran a la cara al vendedor, de hecho, la mayoría de las veces miran hacia afuera). Por esto, lo mejor que se puede hacer es rechazar el recibimiento mismo de la cosa cuando no se quiere evaluarla (usualmente mirando por la ventana también, con un ligero gesto de la mano).

Lo último que me tocó ver fue un tipo que en vez de utilizar la clásica estrategia (que llega a límites insospechados) de partir ofreciendo un lápiz por quinientos pesos - y terminar entregando el lápiz, tres gomas, 12 parchecuritas, un destapador de califonts, una especie de diccionario de inglés con las palabras "más importantes" como güindow, teibol y cher, un manual de comida hare-krishna y una ficha con la cara de Alf por los mismos 500 pesos- se subió a la micro a ofrecer el mismo lápiz pero dijo: "a los primeras tres personas que lo lleven, se llevará además xxxx (una tonelada de cosas)". Esto surtió el efecto esperado. La interpretación más lógica de esto es que el vendedor de micro debe haber notado que en general no vendía más que tres de sus promociones por micro, como máximo, por lo que cambiar la estrategia de oferta y asegurar esas tres ventas era más inteligente que la estrategia anterior.

Estos son ejemplos ilustrativos de que un viaje en micro puede aportar muchos más elementos reflexivos que el clásico odio al gobierno, el odio al calor, el odio a la vieja que grita cuando se supone que sabe que las micros sólo paran en los paraderos y el ejercicio nada agradable de intentar realizar una clasificación analítica de los olores concentrados en tan pequeño espacio.

3 comentarios:

joaquin urrutia dijo...

Un clasico
En todo Chile

Con su clasico "Pa la sed y pa la calor"

Saludos

Boina Descalza dijo...

me encantan los vendedores de micros, todo lo que venden es casi-útil, o asi lo parece

dominga dijo...

internet como un pañuelo.
A estos dos me los topo seguido en un blog amigo.
saludos primo, y chocopanda o moracrema? aggg
mustannnn